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Somos lo que pensamos pero... ¿de verdad pensamos los mexicanos?

CONCIENCIA Y PARADIGMAS

Somos lo que pensamos pero…

¿de verdad pensamos los mexicanos?

Por J. A. Razo

La frase: “somos lo que pensamos” se ha vuelto tan conocida y hasta popular que

se admite sin demostración de por medio, es decir se ha vuelto una especie de axioma. Esto ha ocasionado que la intención original de esta premisa se haya perdido. Hoy día, yo la modificaría diciendo: “Somos lo que pensamos, siempre y cuando pensemos”, infiriendo que si no pensamos entonces nada seremos, no existiremos, que es en algún modo equivalente a lo dicho por R. Descartes hace casi 400 años en su “Discurso del método”: “Pienso, luego existo” (cogito ergo sum, pienso, por lo tanto soy), de donde se deduce “no pienso, no existo”. Se oye drástico pero los hechos lo evidencian.

Otra forma de decirlo es que aunque, en realidad, los mexicanos sí pensamos, la gran mayoría piensa solo lo indispensable, lo hace en un nivel mínimo y sólo porque lo necesita para vivir, y a veces ni eso. La gente termina viviendo por instinto. Sabido es que el cerebro es un músculo que si no lo ejercitamos se atrofia y nuestras neuronas mueren.

No es agradable que nos digan que no pensamos. No lo aceptamos y hasta protestamos y nos ofendemos, pero nuestra sociedad y nuestro país sería otro si fuéramos entes pensantes. Estoy siendo suave en mi juicio, pues hay analistas y periodistas que consideran a nuestra sociedad no solamente idiotizada sino una “sociedad de idiotas”, lo cual es más radical. Sus argumentos se apoyan en la forma como nos manipula la clase política, los partidos y la élite del poder. Pedro Ferriz fue más moderado y hasta sutil en un artículo publicado en días pasados el cual rubrica: “Te invito a pensar”. En este tema de pensar o no pensar, nuestra sociedad, en forma similar a las clases sociales, se ha polarizado. Es cada vez menor, en proporción, la clase pensante. Una sociedad cada vez más desigual.

Pensar es gratis, pero como requiere de hacer un esfuerzo no lo hacemos, nos volvemos perezosos mentales y nuestro cerebro no se desarrolla y entramos en un retroceso, mayormente en estos tiempos que se requiere ir a la par con el avance tecnológico. Nos volvemos vulnerables, indefensos y manipulables ante los demás.

Leer es el gimnasio mental por excelencia. Una prueba de nuestro pobre desarrollo intelectual es el índice promedio que tenemos de unos tres libros por año y tan sólo un 2 % tiene el hábito de lectura permanente. Somos el penúltimo lugar entre 108 países según la UNESCO. Nada que comparar con los 47 libros que lee un finlandés en un año.

Aunque hay otras formas de hacerlo, la lectura es la manera natural de inducir a nuestras neuronas a generar circuitos neuronales. Recordemos que entre más pensamos se crearán más redes neuronales y entraremos en un círculo virtuoso. Por otra parte, una sola neurona poco puede hacer, por eso las neuronas se organizan en circuitos para procesar la información y generar una respuesta.

Fue noticia reciente el caso del gusano “nematodo elegans” de tan sólo 1 mm de longitud que sólo tiene 302 neuronas que se conectan a través de 6,393 sinapsis, por lo que su funcionamiento puede ser simulado con relativa facilidad a través de un programa informático que imita los estímulos nerviosos del gusano de forma similar a la realidad. El resultado fue un robot Lego que se mueve como el gusano. Experimentos como estos nos hacen entender mejor el funcionamiento del cerebro.

La gran pregunta sin respuesta es ¿de qué sirve que nuestro cerebro tenga en proporción, un tamaño mucho mayor que el de los animales, si no lo utilizamos?

Activemos nuestras neuronas bajo cualquier aprendizaje y método de entrenamiento, ya sea “el pensamiento lateral” de Edward de Bono, “el método Silva de control Mental”, “la aplicación mental” de Juan Del Río Huidobro, o mi teoría-método MMC, motivación y mente consciente”, que di a conocer en 2010, y que la considero más completa. Está basada en tres niveles de desarrollo más otros tres de autodesarrollo.

Parafraseando a J. L. Borges hoy diré que el peor de los pecados no es “no ser feliz”; el peor de los pecados es “NO PENSAR”. La felicidad es algo subjetivo y relativo; en cambio, pensar es algo concreto y medible.

Bertrand Russell fue aún más drástico con su lapidaria frase: “El hombre prefiere morir que pensar, y de hecho lo consigue”.

Pensemos en forma permanente y ejerzamos esta facultad del hombre al máximo. No olvidemos que pensar es un HÁBITO, como lo explico en mi obra “Los hábitos para ganar”, el mejor y el más importante de los hábitos. © 23

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