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El poder del conocimiento... la otra mirada

¿Si le dieran a escoger entre el poder político, el poder del dinero o el poder del conocimiento, por cuál se inclinaría? es probable que la gran mayoría seleccionaría uno de los dos primeros y sólo unos cuantos el poder que da el conocimiento. Me atrevo a decir que la mayoría ignora que los conocimientos son su mejor patrimonio, tienen peso propio y le transfieren un poder. También conviene saber que la mayor parte de nuestros conocimientos dependen del interés por aprender después de terminar la universidad. Las aulas son sólo una introducción en el mundo del saber.

Estas tres clases de poder son por naturaleza ambivalentes, es decir sirven para hacer el bien o el mal. Hablando de política y de dinero esto es más que evidente, pero no es tan claro en cuanto al conocimiento se refiere pues en primera instancia uno podría pensar que sirve solo para el progreso. Sin embargo el conocimiento es como un martillo, pues éste sirve tanto para construir como para destruir, incluyendo desde luego, el conocimiento científico y tecnológico. Así se confirma mi teoría universal de la ambivalencia.

Un ejemplo de conocimiento y tecnología de punta son las poderosas organizaciones como Google, Amazon y Facebook quienes con frecuencia ponen en duda su prestigio y responsabilidad al hacer mal uso de su poder económico y de conocimientos. Sin embargo el mercado bursátil ha castigado duramente a Facebook por el escándalo de Cambridge-Analytica y por el mal uso de los datos privados, haciendo que su valor disminuyera un 40 % acumulado durante el año.

En contraposición, un ejemplo de poder político y fama usados para bien fue la aparición del expresidente Obama, hace unos días, en un hospital de Chicago disfrazado de Santa Claus para llevarles alegría y regalos a los niños enfermos, emulando a cuando lo hacía Michael Jordan.

Pero, ¿qué sucede cuando el poder político, económico y de conocimientos se juntan en un solo individuo? El riesgo de ser usado para aprovecharse y abusar de ello es enorme. Un ejemplo evidente y actual es el caso de los magistrados de la Corte quienes cuentan con un alto poder político, económico y de conocimientos, pero su arrogancia les impide aceptar que se les disminuya su salario. Quieren llevárselo todo. En última instancia esto podría aceptarse si hicieran bien su trabajo, pero son justamente un ejemplo de lo opuesto. Opiniones tendenciosas explican que ante tanta pobreza el dinero obtenido con el supuesto ajuste de poco serviría, pretendiendo desviar la atención del asunto, pues lo importante es que sean un ejemplo para la ciudadanía con un salario acorde a la situación, además, como ya lo dije, cumplir con su responsabilidad. Sin embargo prefieren que se les considere una “clase dorada”.

Con respecto al equipo de trabajo del presidente López Obrador, es temprano para hacer un juicio sobre su desempeño, pero al menos en el papel, la mayoría cuenta con la experiencia y conocimientos suficientes para que unidos a un comportamiento leal y ético cumplan con su responsabilidad y ayuden a cambiar el rumbo del país, a pesar de los grupos que buscan lo contrario.

Referido a la sociedad y al individuo, el conocimiento no debiera limitarse al adquirido en las aulas, pues tanto el conocimiento general como el especializado se adquieren por cuenta propia y durante su etapa laboral profesional. Los conocimientos generales debieran ser una prioridad por encima de actividades enfocadas al ocio y la diversión. La lectura es la primera y principal opción para estar por encima del promedio. Eso sí, entendiendo que uno no puede saberlo todo y aceptar ser un “ignorante racional”, concepto que ya he explicado en anteriores publicaciones. Un ejemplo de la vida cotidiana fue el caso de una niña que se ahogó porque no hubo quien le ayudara en la maniobra de salvamento. Usted debiera conocer que aun sin saber nadar hay unas diez maneras de poder ayudar en situaciones de emergencia como ésta.

A continuación la historia del filósofo Simónides. Pido al amable lector que la lea con atención y observe cómo sus conocimientos y no las posesiones materiales le salvaron la vida.

¿Cuáles son tus riquezas?

Simónides, quien escribió famosos poemas líricos, se propuso recorrer las más célebres ciudades de Asia cantando las glorias de los vencedores, y por lo cual cobraba un precio determinado.

Cuando por ese medio se consideró lo suficientemente rico, quiso regresar a su patria por mar. Abordó pues, una nave; era un barco apolillado y viejo, que a causa de una tempestad se desbarató en altamar.

Los que viajaban con Simónides cogían ansiosamente sus cinturones repletos de monedas, sus joyas y demás objetos preciosos. Un hombre curioso, al ver que este hombre sabio, poeta y filósofo, no tomaba nada de lo que había acumulado para regresar a su tierra, le dijo:

—Y tú, Simónides, ¿acaso no te piensas llevar ninguna de tus riquezas?

—Todas ellas —contestó Simónides—, las llevo encima.

El naufragio se consumó. La historia dice que nadie salvó la vida. Todos iban demasiado cargados, y los pocos que habían podido acercarse a nado a la costa, los ladrones los asaltaron y les dieron muerte. Todos, excepto Simónides que no llevaba nada que fuera una tentación material.

Pronto, Simónides fue reconocido y ayudado por un señor que conocía sus versos y que lo había antes contratado. Había pues, salvado la vida.

¡Y así fue como Simónides, el filósofo y poeta, salió adelante con lo que era, más que con lo que tenía!

≈ ≈ ≈ ≈

“Valora tus verdaderas riquezas. Valemos por lo que somos y sabemos, y no por lo que tenemos o poseemos.” Razo

ANEXO

El conocimiento tiene peso propio

Dentro del proceso de mi teoría MMC el conocimiento juega un papel esencial, pero al aprender hay que ir Introduciendo la información de manera ordenada en nuestro cerebro para que luego nuestra mente la utilice:

“La acumulación del conocimiento es como construir una casa donde el apilamiento de tabiques no es garantía de que al final se tendrá una casa. Hay que hacerlo en forma ordenada y bajo un plan.” Razo

Es indiscutible que el “peso” de la información o de los conocimientos depende del uso que se les dé o del usuario mismo. A la par, se acepta, sin discusión de por medio, que el avance de conocimientos derivados de la investigación científica y tecnológica se ha dado en forma exponencial, de tal manera que el avance actual que se tiene en un año equivale al de toda la década y, a la vez, esta última década es equivalente a la de todo el siglo pasado y así sucesivamente. El avance es galopante y nos hace pensar nuevamente en la cita de Maquiavelo: “El saber adaptarse al cambio nos mantiene en el éxito”; y además vigentes, agregaría.

Aprender es, en la actualidad, una de las reglas obligadas de la economía del conocimiento; es lo único que nunca falla, saber más y aprender en forma continua. Precisamente, por eso, las instituciones educativas han dado ese nombre a sus departamentos de postgrado: “División de educación continua”.

Bertrand Russell señala a las ciencias naturales como la única fuente del conocimiento, pero hay que tomar en cuenta que el hombre promedio no tiene, como virtud, la capacidad de percepción y autoaprendizaje, las cuales tendría que desarrollar.

Entendamos que entre más asciende de “nivel” el individuo está más consciente de esta necesidad convertida en responsabilidad. A nivel empresarial, así como se selecciona a los mejores seres humanos, en el sentido literal del término, también se buscan individuos más capacitados y con disposición plena a la superación a través del aprendizaje. Después, de lo que se trata es de darle forma al llamado “conocimiento corporativo”, estrategia de elite hoy en día.

Por otra parte, ya vimos cómo el conocimiento y la conciencia se combinan para alcanzar diferentes estados, desde la ignorancia inconsciente hasta el conocimiento subconsciente. Goethe fue más allá con la siguiente sentencia, casi lapidaria:

“Quien no sabe llevar su “contabilidad” por espacio de tres mil años, se queda como un ignorante en la oscuridad y sólo vive al día.”

Hay que tomar en cuenta que el nivel de exigencia de Goethe es acorde a su IQ, pues está considerado el más alto de la historia. Por eso, está claro que el conocimiento es equivalente a poder —en el sentido amplio y ortodoxo del término—, con el consabido beneficio económico.

Demasiados conocimientos también pueden abrumarnos y resultar contraproducentes, sobre todo si no están ordenados. Cuando la acumulación del conocimiento es ordenada nos induce a reprogramar la mente y el cambio se da entonces con mayor facilidad.

También hay que reconocer que en situaciones de crisis o de peligro, con pocos o muchos conocimientos, la imaginación es más poderosa que el propio conocimiento, aforismo que se le atribuye a Albert Einstein.

JUAN ANTONIO RAZO/ Escritor, consultor y conferencista


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