La sociedad, el nuevo gobierno y la autodisciplina... la otra mirada
Si bien es cierto que el nuevo gobierno pretende cambiar radicalmente el rumbo del país con decisiones medulares, no menos cierto es que los pequeños cambios que muchas veces pasan inadvertidos, son en su conjunto de enorme valía para que México tome y mantenga el rumbo correcto. Es como dar un golpe de timón importante para esquivar o eliminar una gran amenaza u obstáculo (léase corrupción, impunidad y pobreza entre otras), o dar pequeños giros al timón para no desviarnos.
El nuevo régimen debe considerar que entre esos obstáculos está la corriente opositora (los adversarios, como le llama AMLO) que produce mareas peligrosas para desestabilizar el buque y provocar que zozobre. No pocos intelectuales, economistas, gente de poder y políticos han criticado dura, tendenciosa e imprudente las decisiones diciendo que vamos en retroceso, hacia una época revolucionaria y retrógrada haciendo alusión a las medidas de AMLO contra el neoliberalismo sin analizar que los indicadores muestran que no es así, pues sólo es cambiarle el nombre a algo que en la mayoría de sus aspectos seguirá igual y con las probabilidad de mejorar, pues el neoliberalismo ha tenido sus grandes errores y eso es lo que hay que corregir. Otros analistas han comentado con sarcasmo, al ver que sigue habiendo actos delictivos, robos y asaltos: “¿Pues no que ya se iban a terminar?”. Es obvio que son declaraciones tendenciosas y hasta torpes que no ayudan y sólo confunden. Por fortuna también hay otros adversarios al régimen que se han mostrado flexibles, pues saben bien ─como ya lo escribí─, que el cambio es un proceso paulatino.
Pero también está la ciudadanía, esa gran masa de individuos que en conjunto puede crear un gran viento a favor del rumbo que debe tomar el barco llamado México. Esos pequeños, pero muy importantes, cambios cotidianos que ya debimos haber empezado a hacer y que no ha sido así, lo cual es preocupante pues demuestra la inconciencia de la gente. ¿Cómo sacudir la mente del ciudadano?
La gran solución se llama autodisciplina. Sin disciplina pocas cosas funcionan y sin autodisciplina menos. Hay dos elementos más que completan la ecuación del cambio a nivel individual: El respeto y la unidad.
Me gusta definir la autodisciplina como es el respeto a uno mismo junto con la voluntad o responsabilidad para hacer lo correcto, sin que nos vigilen o nos lo tengan que ordenar y hasta exigir. El cumplimiento del reglamento de tránsito es un ejemplo más que evidente. Este mes que es el más conflictivo en ese sentido será una prueba. La autodisciplina es la culminación de un proceso. Antes que la autodisciplina está la disciplina precedida a su vez por los hábitos, el compromiso, la conciencia y la educación ─en su connotación amplia que incluye los conocimientos y la formación basada en principios, valores y mentalidad─, en ese orden. Lo mejor es empezar en la niñez, pues se le tiene que enseñar al infante que tiene que hacer las cosas incluyendo la tarea escolar. Hay diversas técnicas al respecto. Sin embargo aun siendo adulto uno puede dar un golpe de timón a su vida si se lo propone y sin que tenga que vivir una tragedia. Antes se le llamaba “lavado de cerebro” y ahora “cambio de chip”. El nombre es lo de menos, pues lo que importa es el resultado. Baste citar el ejemplo de cómo los mexicanos que se van a Estados Unidos saben que se tienen que comportar y entonces cambian de manera sorprendente su comportamiento de un día para otro.
Por otra parte, la unidad es otro gran reto de AMLO quien en diversas ocasiones se ha equivocado en sus declaraciones pues no ayudan al respecto y hasta se oyen provocadoras. “Todos” deberíamos conocer el comportamiento del “ganado Hereford”, pues las reses se unen unas con otras ─lomo con lomo─, para soportar las inclemencias del clima invernal, es decir cada res hace su parte.
JUAN ANTONIO RAZO/ Escritor, consultor y conferencista
Texto completo de la fábula:
El ganado Hereford. Unidos y de frente ante la adversidad
Fue aquella tarde que me encontré a mi amigo, el viejo vaquero, cuando me dijo que había aprendido la más importante lección de su vida gracias al ganado Hereford.
Me contó que desde su infancia trabajó en haciendas ganaderas donde las tormentas invernales provocaban un gran número de víctimas entre la manada. Vientos rugientes y feroces apilaban la nieve en enormes ventisqueros. Las temperaturas bajaban rápidamente de cero. El hielo volaba y cortaba la piel. En este torbellino violento de la naturaleza, la mayor parte del ganado daba la espalda a las ráfagas y entonces los animales eran arrastrados por el viento millas y millas hasta que eran, finalmente, interceptados por un vallado. Allí se estrellaban contra la cerca y morían como consecuencia de las heridas.
Pero las reses del ganado Hereford actuaban de una manera diferente. El ganado de esta raza enfrentaba instintivamente el viento. Se paraban hombro a hombro, lomo a lomo, enfrentando las ráfagas de la tormenta y agachando las cabezas para soportar el ataque despiadado y violento.
—La mayoría de las veces encontraba las reses de los Hereford vivos y en buenas condiciones —me dijo el vaquero—. Creo que esa es la lección de vida más grande que aprendí en las praderas: “Hay que oponerse de frente y unidos a las tormentas que encontramos en nuestras vidas”.
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“Ante la adversidad, sólo sobreviven los que la enfrentan unidos y trabajan con un sentido de identidad.”